Visitándonos
Dejé el coche bastante retirado, así podría caminar tranquilamente entre los muertos hasta llegar a ti. Ya no hay gente, queda menos de una hora para que cierren. La tarde está húmeda, las nubes son tan bajas que se respira niebla, el frío me acompaña traspasándome la ropa.
Hoy retiro las flores violetas y te pongo las blancas. Las que quito no las tiro, como son de plástico no se han deteriorado, siempre se las pongo a otro difunto que no tenga. También te traigo la rosa blanca natural.
Frente a tu tumba, rezo una oración y toco la lápida suave y gélida de granito gris quintana, así me dijo que era la piedra el marmolista que la instaló.
Después, hablo contigo mientras voy rodeando y hundiendo mis dedos en los relieves que conforman tu nombre, tus apellidos, la fecha en la que falleciste y hasta el D.E.P., y repito en voz alta ‘descansa en paz’.
Me vienen muchos recuerdos y aun se me enturbian los ojos, pero no me molesta, de esa manera sale mi tristeza y hace que me sienta reconfortada. Cuando me acuden desdenes, palabras o gestos pasados para contigo me arrepiento y te pido perdón.
Colocadas las flores, rezada tu alma y recordada tu presencia, comienzo mi paseo por los alrededores. La temperatura continúa bajando y la luz desciende buscando guarecerse en la noche.
Ayer fue el Día de Todos los Santos y los muertos tuvieron visitas. Les cambiaron las ofrendas que muchos de ellos dejaron tiradas en el suelo. Siempre las recojo y las pongo en las tumbas donde no hay ninguna, leo sus nombres y les rezo una oración, también toco sus lápidas, igual que hago contigo. Incluso cuando el día es soleado, imagino sus vidas.
Hoy, tengo tantas flores para colocar que no me dará tiempo. No hay nadie, solo tú junto a todos los demás difuntos conformando esta multitud silente que va empapando la noche.
No tengo miedo, pero percibo toda esta inmensa soledad. El sonido de algunas hojas caídas en la tierra de este campo santo, hacen eco a mis pasos, ya me marcho.
Vuelvo a mirarte para despedirme, es inevitable que sienta el frÍo que debe albergar ese nicho oscuro y estrecho en el que te metieron.
No querías que te incineraran, y tu opción prolonga en el tiempo todas mis ocurrencias de cómo se encontrara tu cuerpo. Hago un esfuerzo para apartarlas de mi mente, te quiero recordar en el ataúd de madera de chopo claro, donde te vi por última vez, cubierto con un inmaculado sudario blanco. Y mi ramo de rosas del mismo color a tus pies.
El próximo día te traeré las flores violetas y te contaré lo que ha ocurrido con tía Pepa y alguna cosa sobre mamá, dice que te ve todos los días, bueno, vosotros sabréis.
Volveré en cuanto reciba tu próxima visita durante el sueño, pero no solo te presentes ante mi sonriendo, háblame de lo que ocurre por esas dimensiones por las que vagas. Y, tal y como hiciste días antes de morir, cuéntame historias que afecten a mi realidad, nárrame futuros que alimenten y convivan con mis presentes.
Milenia Villaseñor
Diciembre 2020