Los Magos Reyes
Los Magos Reyes
Luna llena Fría en Navidad, solo durante unas noches.
De camino a verte olía a castañas asadas, igual que en casa. Luces por el barrio y lluvia de Gemínidas en el cielo de este diciembre frío y embarrado de nieblas. Se escuchan los villancicos por las habitaciones y todo el personal se regala atuendo de Nacimiento.
-¡Papá, esta noche no veo la luna! -
-Iré más despacio, ¡con las luces no la podrás ver! -
De niña esperaba impaciente tu llegada para que me pasearas en coche por todo el centro de Madrid. Y cada año, descubría desde la ventanilla salpicada de lluvia, toda la ciudad iluminada para la llegada de ese otro niño de nombre, Jesús.
Ya no hablas, ni te mueves, solo de vez en cuando abres los ojos. Sin dramas ni aspavientos te cuido y te acompaño un día más.
Esencialmente tranquilo y de genética, inteligente y noble. Ojos verdes que siempre encontrabas de frente. Desconocidos rencores y lamentos, confiado y generoso, de carácter fuerte, aunque severo y estricto también. Corpulento y varonil. De sonrisa fácil. Y con un humor complejo y absurdo, con el que refrescó y aligeró tantos momentos. Bromas y sonrisas, siempre.
Me tranquiliza pensar que te afeitaré en un rato, que masajearé tu pobre cuerpecito ya, que te perfumaré y que, estrenando la Nochebuena, cucharadita a cucharadita te daré la gelatina de esta cena especial.
No te lo digo, pero me gustaría hacerlo, como cuando era niña, ‘papa esta noche no veo la luna, ni las estrellas, no veo nada…’. No lloro, miro el cielo y por mis manos se escurre una lluvia de estrellas errantes; gotas de agua, que terminan su existencia en este tan cercano horizonte nuestro.
Respiramos juntos el día de Navidad y pasaron las lluvias, solos tú y yo en esta habitación con el suelo violeta, las paredes azuladas con un zócalo gris y ese acogedor punto de rojo.
A tu lado.
En silencio a ratos, en conversación a veces, con risas de vez en cuando y con mi dolor contenido acerrojando el deseo de llorar sobre los huesos de tu pecho, ahora ya sin aquel olor que tantas veces cobijó mis miedos durante la niñez.
Ya son las últimas horas del año y las últimas horas de tu último viejo año. Mientras anochece veo pasar las cigüeñas por la ventana dirigiéndose hacia el nido de la iglesia y las cuento y te cuento, merendándonos las palabras.
Pido mi regalo a los Reyes, mientras me miras tan atentamente como lo hiciste siempre.
Mañana escucharemos juntos el concierto de Año nuevo y la luna continuará menguando.
Llegaron los Reyes Magos. Oro, mirra, incienso.
Depositaron la mirra dejando inerte tu cuerpo mermado a la mitad, entre carne que se necrosó y entre músculos que la tierra sin compasión devoró.
Encendieron el incienso y evaporaron quien sabe por dónde, tu frágil conciencia, atrapada en esa entonces corpulenta armadura de juventud.
Y me dejaron el oro que les pedí.
Me regalaron tu último aliento descansando en mis latidos y una íntima e indescriptible soledad, donde el tiempo saturado de eterno presente me permitió llorar mi amor y admiración por ti.
Sus majestades también fueron obsequiadas. Para su largo retorno a Oriente se llevaron tu alegría, tus bromas, tu humor absurdo; necesitaban aligerar el viaje y acompañarse del espíritu de un hombre bueno como tú.
Madrid, 6 de enero 2020
Milenia Villaseñor